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miércoles, 29 de octubre de 2008

Recuperación integral ambiental en El Morro de Moravia

Medellín, 29 de octubre de 2008 –Agencia de Noticias UN– El cerro de basuras al nororiente de Medellín, otrora asentamiento de más de 5 mil personas, es un laboratorio experimental para la investigación social y científica. El Área Metropolitana, la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU), tres facultades de la UN en Medellín y la Universidad de Antioquia buscan convertirlo en pulmón verde.
Después de cerca de 30 años de haber sido arrojado el primer cargamento de basura, la Administración Municipal adelanta una recuperación integral, no solo del cerro, sino también de todos los sectores que integran esta zona al nororiente de Medellín: El Bosque, Moravia, El Oasis Tropical y La Herradura.
Particularmente en El Morro, considerado como la “oveja negra” de los cerros de la ciudad, se adelantan estudios sobre drenaje superficial; geotecnia; fauna, flora y fitorremediación; microdiversidad y bioprospección; caracterización química de gases lixiviados; identificación de microorganismos cultivables de suelo, y un diseño de un sistema de humedales para tratamiento de lixiviados.
“Todos los procesos que estamos investigando tienen una aplicación: proteger a la comunidad del río hacia abajo, porque están como a 50 metros de la base del morro y, a la vez, servir como ejemplo para el diseño de tratamientos de lo que para nuestras ciudades es un mal necesario: el manejo de basuras”, afirmó el profesor Rolando Barahona Rosales, docente de la UN e investigador principal del Grupo de Flora, Fauna y Fitorremediación.
El llamado “morro de basuras” es un cerro con una altura aproximada de 45 metros desde la base de excavación, de caminos destapados y laberínticos, y con pendientes cercanas a los 30 grados de altura.
Con el estudio de geotecnia se determinará qué tan estable es el terreno ante eventualidades como un temblor de tierra o de una temporada invernal. En este último caso, se necesita especialmente medir las condiciones del cerro, porque las lozas de las viviendas que atiborradamente lo cubrían y a la vez lo protegían de filtraciones han ido desapareciendo.
Una vez este “morro quede desnudo” estará expuesto a las lluvias, lo cual puede generar movimientos de tierra. “Hicimos seis perforaciones con un diámetro de dos pulgadas y media, cuatro sobre las laderas para instalar inclinómetros y dos piezómetros en la parte más alta para medir la columna de agua o lixiviado al interior”, explicó Lina Jhoanna Sabogal, investigadora del Grupo de Geotecnia de la Facultad de Minas.
El Grupo de Sistema de Drenaje Superficial, adscrito a la Escuela de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas, analiza el movimiento de aguas y tiene el propósito de controlarlas dentro de la zona de residuos, minimizando el impacto ambiental en el área.
De otro lado, el Grupo de Biorremediación está detectando las bacterias que pueden ser usadas en procesos de descontaminación. “Se hicieron unas perforaciones entre 15 y 30 metros de profundidad para estudiar cuáles son las comunidades microbianas que están viviendo en ese ambiente tan único y que tiene de todo: residuos hospitalarios, metales pesados, plásticos, entre otros contaminantes”, explica el profesor Rolando Barahona.
De la UN, también participa el Grupo de Flora, Fauna y Fitorremediación, el cual adelanta un inventario de las herbáceas y animales que habitan la zona.
“Digamos que El Morro ha sido colonizado activamente por una diversidad de semillas que llegaron ahí por un hecho u otro”, afirma el profesor Barahona. Según el inventario del grupo, hecho en colaboración con el Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe, las especies vegetales predominantes en el cerro son la Urochloa máxima (pasto guinea), la Bidens pilosa (cadillo), la cucurbita sp. (ahuyama) y la Alternathera albotomentosa.
Para María Solange Sánchez, investigadora principal del grupo, esto se explica porque “el sustrato que se forma de la basura ha tenido tiempo suficiente para irse mineralizando y entonces tenemos un gran contenido de materia orgánica que permite un crecimiento muy rápido de las plantas”. Son malezas que, de acuerdo con los expertos, son competitivas y de florecimiento muy rápido, preparadas para adaptarse a condiciones muy duras.
Estas plantas crecen sobre un sustrato compuesto de residuos y con presencia de algunos metales pesados como el mercurio, el plomo, el cinc y el cadmio. Aun considerando su toxicidad, los expertos piensan que “la contaminación con mercurio no es preocupante. En cambio, sí lo es la presencia de plomo, que está entre 3.000 o 4.000 partes por millón, lo cual es altísimo”, expresa el profesor Barahona.
Disminuir el impacto de estos metales podría ser una tarea de procesos como el de fitoextracción, que consiste en “poner a crecer plantas que retengan los contaminantes, luego cosechar la biomasa, quemarla y hacer disposición final adecuada de los metales pesados”. Esta es una forma económica de recuperar un suelo.
Igualmente, por medio de fitoestabilización o la siembra de plantas resistentes y con capacidad para retener los contaminantes, el proceso es más lento, porque descontaminar puede tardar décadas, pero los resultados serán óptimos. “Es tomar el metal, subirlo a la parte vegetal y ligarlo a una matriz que lo vuelva inmóvil”.
Para El Morro, con esta investigación, que permitió el trabajo interdisciplinar de las Facultades de Ciencias, Ciencias Agropecuarias y Minas de la UN en Medellín y de la Universidad de Antioquia, empieza la expresión de la vida.
“Nuestro trabajo está encaminado a que en el cerro de Moravia ocurra una regeneración ambiental adecuada, que permite pensar que dentro de algún tiempo su restauración ecológica será completa”, asegura María Solange.
(Fin/ae/csm)
Nº 612

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